domingo, 23 de diciembre de 2012

Lo que queda



Tres o cuatro palabras, la luz del sol que brilla y dura poco, la claridad de la luna, la frialdad de la mano. Todo lo que pudo ser, lo que aún no ha sido, lo que nunca será, lo que es posible. Lo que esperas, lo que deseas, lo que no quieres, lo que has querido.

Mueves los dados dentro del  vaso  ¿Depende realmente el  resultado de esa extraña combinación de suerte y destreza? Luna, mano fría, lo que has querido  ¿No es mejor esperar a que suceda? Tres o cuatro palabras, lo que pudo ser, lo que deseas. Por eso ya no juegas. Lo que es posible, la luz del sol que brilla y dura poco.


¿Dónde se fueron
las hojas caídas de los arces?
También se ha ido el otoño
Dejando atrás el ruido
de iracundas tormentas.

(El emperador Sutoku. Traducción de Carlos rubio)

viernes, 16 de noviembre de 2012

Viento


Como las tórtolas que aprovechan una racha veloz de viento para impulsarse y son saetas que cruzan la mañana augurando la tormenta. Como las gaviotas que se mecen entre corrientes y por un momento permanecen inmóviles, sujetas a la nada de un tibio mediodía. Como esa bandada de estorninos que configura  una ola puntillista en el gris de la tarde pesarosa. O volar contra corriente.

A veces ir en contra es quedarse parado, inmóvil entre corrientes que intentan sacudirte. Guardar el lastre de un viejo secreto, porque es ese lastre el que te ayuda a permanecer erguido. Compartir en silencio lo que sólo dos entienden. Buscar en la mirada del otro el brillo de lo verdadero, ese que desmiente tus prevenciones contra todo.

No olvidas que una vez fuiste saeta ligera y veloz en tu paso por el mundo, sin lastres ni ataduras, volando a favor del viento y sus corrientes. ¿Y ese abrazo encendido que congeló el aire? Ha sido borrado por la lluvia que no cesa, que no cesa.

lunes, 15 de octubre de 2012

Nieve de otoño


Esperemos entonces a que se derrita la nieve, a que el sol del otoño  que se cuela por el  hueco del patio caliente lentamente esta blancura que todo lo contiene. ¿No escuchas como yo el crujir de la escarcha?  ¿No adivinas ya a través de esas grietas el agua que fluye, los verdes del  campo, el gris de la sierra? Es este silencio que todo lo contiene el bullir de la vida y tu mano maestra la huella delicada de la emoción sincera.



Y no esperes ver lo que se puede sentir. No esperes encontrar lo que no andas buscando. No ilumines las sombras con la verdad desnuda. Porque la verdad es esa nada blanquísima, telón del mundo al que te asomas en la soledad callada de tus pensamientos.  Y no tiembla la mano, sino la voz que te invita a desandar el camino.


 Nieve de otoño
        que tu mano derrite.
Sol de la tarde.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Hokusai en el armario


Permíteme que te imagine aquella tarde. Y empiezo a imaginar, porque tal vez fue una mañana. Y sí, lo veo ahora, atardecía y la pequeña galería londinense especializada en arte japonés estaba a punto de cerrar, pero el dueño te dijo que no, que no te marcharas y te tomaste el tiempo necesario para elegirlo, bueno, os tomasteis el tiempo necesario, quiero decir, que también estaba el Profesor, al que siempre escuchas. Luego dos años guardado en tu casa, a la espera del momento propicio, porque aquel cumpleaños no pudo ser y el siguiente tampoco. Y ahora por fin conmigo: la felicidad guardada dos años en el fondo de un armario a la  espera del momento oportuno.


Allí, nadie con buen gusto y suficiente refinamiento expondría sus objetos más preciados a la vista de todos. Por eso, para ser fiel a la tradición, este grabado tendría que volver al envoltorio de seda y al fondo un armario del que únicamente saldría para ser disfrutado a solas y,  en contadas ocasiones, para ser admirado junto a un amigo de muchísima confianza con el que compartir algo tan íntimo como el placer de contemplar lo que te conmueve de veras. No llego a ese extremo, pero ahí está, colgado en la pared de la habitación más privada de la casa, en un rincón donde no llega el sol, para disfrutarlo a solas y descolgarlo sólo muy, muy de vez en cuando.


No hay olas, ni está el monte Fuji, ni tampoco cortesanas que retuercen sus sedas bordadas de pájaros y flores en posturas imposibles. Solo el calor, el aliento tibio de estas plantas empañando el corazón de emociones nuevas.

lunes, 13 de agosto de 2012

Luna de agosto


Lo que estos hombres celebran no tiene nada que ver con lo que pasa. Lo que pasa no existe, lo que ocurre no importa. El tiempo diluirá sus anhelos y convertirá sus preocupaciones en hojas que hace volar el viento. Reunidos aquí, bajo el claro de luna que asoma tras la encina poderosa,  festejan la vida. Y son sus risas, y el eco del cristal que entrechocan para desearse salud, ofrendas perfectas para el astro brillante que ilumina esta noche de agosto. Y un regalo para mí compartirla con ellos.


Viejos fantasmas congregados alrededor de esta mesa. Qué sencilla felicidad  la de contemplar las inquietas buganvillas, los impasibles geranios, la olorosa albahaca, las misteriosas aspidistras…Reír contigo, como esa tarde de primavera en la que comíamos pastas recostadas en la hierba, en esos días de juventud sin miedo. Reír contigo, como cuando te explicaba los chistes hechos por otros en algún café del centro en el que nos habíamos reunido para despedir nuestra niñez… Ahora, bajo la luna de agosto, nos reencontramos. Y es la brisa que corre entre nosotros el frescor del tiempo que todavía compartimos.


En mitad del río, esta lengua de arena les sirve de inesperado mirador, privilegiada atalaya desde la que contemplar la luna más hermosa. Beber saque y compartir viejas historias de un tiempo en el que el dolor y la belleza eran una misma cosa.  ¿No sientes el frescor de las cañas? Ese olor de podredumbre que tanto se parece al de la vida.

miércoles, 18 de julio de 2012

Recuerdos


¿En qué momento la memoria se reviste de la impostura necesaria para ser consecuente con la vida? Porque explicar la propia historia, dar sentido a esa sarta minuciosa de verdades a medias, es siempre un ahogado intento de bajar a las profundidades, de rescatar trozos de vasijas prehistóricas, diminutas reliquias de coral, algún manojo oloroso de algas verdeazules. Y de vuelta a la superficie, recomponer con todas estas cosas una máscara de colores matizados con la que poder mirarse al espejo y reconocerse, aunque sea un poco.


Recuerdas, pero no estás seguro, ese momento doloroso, punzante, intensamente vívido en el que te separaste por primera vez de los otros para ser tú mismo. Y necesitas describir los prolegómenos de ese momento, ahondar en tu corazón de fiera mal herida, recomponer ese mismo instante desde más atrás, desde el momento mismo en el que la belleza convirtió tu desdén en esa herida brillante que ahora luces impunemente.


¿Y no somos un poco eso? Una colosal mentira construida con retazos de verdades. O mejor dicho, de verdades que una vez fueron, y ahora no son más que fantasmas de la memoria que se ríen de nosotros cuando confesamos que sí, que recordamos. Porque nuestra historia ha sido lavada a conciencia por el tiempo, que nos quitó todo y nos dejó únicamente ese impulso inconsciente de fijar el pasado con palabras que sólo nosotros mismos no creemos.

lunes, 11 de junio de 2012

Demonios


Suena el teléfono y una voz conocida te susurra justo lo que quieres oír. Cierras los ojos, y cuando los abres estás debajo del agua, nadando con todas tus fuerzas hacia el filo de la piscina. Sacas la cabeza, exhausta por el esfuerzo. El sol de la tarde que se filtra por los ventanales empañados arranca destellos de bronce a su torso desnudo. Sus brazos en alto, mientras estira, te muestran el texto escrito en caracteres irreconocibles que recorre su costado. Segura de que aprender a leerlos sería tu condena, vuelves la cara y te sumerges de nuevo en el agua entonando el Nembutsu.
  

En el fondo del cuenco se ríe de ti, al pie del camino te muestra su rostro desdibujado que podría ser cualquier rostro y por eso también el tuyo. Su blancura de nieve nos es fría, sino amable y complaciente…Merodea la casa que ahora es tuya y se mezcla con tus sueños porque su voz es el aliento de las flores marchitas que reviven con un soplo de alegría cada noche. Mientras, la cítara antigua del joven monje atrae a los que se fueron, pero no para siempre.

  
Y ese otro, que sólo tú conoces y al que no apartas por miedo a quedarte definitivamente solo.

martes, 22 de mayo de 2012

El día perfecto

Muy de vez en cuando viene a visitarte el hijo del guarda, y ese día es fiesta. Junto a él subes a la cima del monte cercano a tu cabaña para verla desde arriba, pequeña y sencilla. A la vuelta recogéis tubérculos y frutas silvestres. Es el festín del ermitaño que dejó el mundo, sus placeres y cuitas.

El lugar que elegiste para huir de todo se te hace indispensable cada día que pasa. El cariño que le tienes a esas cuatro paredes, entre las que meditas y duermes, te aleja de tu propósito: no desear nada. Pero ese pájaro, esas flores, esas hojas rojas sobre el tejado...son pecados tan dulces.

El día perfecto es el que no tiene. El que formula un deseo que no se cumple y te da las expectativas necesarias para seguir adelante, para desear otro día como éste, pero un poquito más largo, sin lluvia quizás, en el que subir al monte a contemplar contigo las abardelas.


jueves, 19 de abril de 2012

Razones

Es tan difícil reunir todos los elementos. Este cielo de tormenta sobre los montes verdes y el ánimo acorde con estos tonos plomizos que arrancan viejos quejidos, que son las sombras que alientan la desazón y, al mismo tiempo, te protegen de ella.


Ese refugio excavado en la roca, protegido por una cortina de lluvia fina. Sí podría ser. En días como éste, recibir la visita de algún amigo que justificase una copa de vino a la luz de la luna. Y nada más: un par de libros y recuerdos que te devuelvan, de vez en cuando, al ruido, a ese mundo de vanas pasiones que tan poco tienen que ver con esta sencilla forma nuestra de reunirnos para contarnos cosas y reír un poco.


Encerrado en su choza junto al río, pero no muy lejos de la ciudad para no olvidar lo que fue un día, atado a la tierra tan sólo por un hilo débil que lo devuelve de vez en cuando a ese tiempo en el que sirvió a Señores perfumados de incienso que son ya sólo memoria, este monje menudo escribe sus ocurrencias en papelitos que va pegando en la pared.
Sobre la mesa, sus libros de cabecera: las deliciosas anotaciones de una dama de la corte de refinados modales y mezquinos sentimientos y las enseñanzas de Confucio. La botella de sake medio llena a la espera de alguien con quien compartir su soledad de hombre que se busca a sí mismo.

lunes, 19 de marzo de 2012

Un país de niños



Tras estudiar detenidamente el problema, elucubrar sobre la esencia de este pueblo, disparatar sobre sus costumbres, llegas a la conclusión de que son niños. Imposible admitir que estos amarillos rojizos sean  amos como tú. Pero cómo llamar nativos a estos pulcros seres nacidos para la belleza. 


Y ese tono jocoso con el que te burlas de su ejército. A mí me da pavor pensar que te reías cuando poco después... 

Kipling en esta selva plagada de templos lacados de rojo. En un gesto de generosidad consigo mismo admite, bajito y una sola vez, que no comprende nada. Y sin embargo, no deja de soñar con esa mujer de incomparable sonrisa que le sirve té. ¿Y si pudiera quedarse con ella, para siempre, en este país de cuento de hadas?  Pero se marcha.

viernes, 17 de febrero de 2012

Lejos

Estas velas. Quizás sus débiles destellos nos obliguen a mirarnos por primera vez con atención. Congregados sobre ellas, alrededor de la pequeña mesa, damos por perdida la claridad difusa del día que se escapa, pero no nuestra alegría. Nuestras risas se superponen a la densa oscuridad que nos abriga más allá de este halo impaciente que nos protege desde dentro. Pero no es esto.


Y este armario no es chino. Ahora lo sé. En la penumbra ahogada de la habitación cerrada, el oro que perfila las figuras no lanza destellos apagados de velas en la noche, el rojo-negro no se vuelve remanso sosegado de aguas turbias, no consuela. Y de nada sirve jugar con la persiana para recrear la luz exacta. Esa luz no existe.


Quizás ese fondo marino reflejado en el espejo, esos azules que inventaste para contener el tiempo, el brillo de metal envejecido de los escasos trazos verdes difuminando el movimiento…Este Elogio de la sombra que me hace sentir muy lejos.

lunes, 6 de febrero de 2012

Dersu Uzala


La primera  vez la vimos, ¿lo recuerdas?, en un cine abarrotado de Gente como nosotros: jóvenes de provincia alentados por el mismo deseo de ser otros, de ser como esa Gente bohemia e intelectual que salía en ese libro que tanto nos gustaba y se parecía tanto a esa otra Gente  mayor de gesto compungido, y siempre vestida de oscuro, que frecuentaba los mismos bares que nosotros. Gente.

No nos enteramos de nada, y la culpa no fue únicamente de la extravagante traducción simultánea que hacía esa amiga nuestra desde un palco de platea. Éramos Gente pequeña y desorientada.

Después, tantos años el cartel en el pasillo de nuestra primera casa. Su mirada inquietante presidiendo nuestra especial manera de explicarnos el mundo, la riada de Gente extravagante y bulliciosa que nos frecuentaba, las primeras diferencias, los primeros reencuentros. No recuerdo cómo desapareció de nuestra vida. Quizás fue una pérdida demasiado importante para lamentarla. Éramos Gente que corre hacia la vida.

Y ahora que somos Gente que cuida de Gente, que somos igual que esa Gente que siempre quisimos ser y a la vez tan diferentes, él asoma su cara de Gente buena entre los árboles de la taiga y sentimos, al calor de esa hoguera que fluye entre nosotros, la misma emoción que el Capitán Arsèniev cuando lo vio por vez primera. Lo dejamos entrar, una vez más, en nuestras vidas y le pedimos que se quede para siempre, porque ahora entendemos su lenguaje clarísimo.

viernes, 27 de enero de 2012

Nubes que pasan


Este paisaje amable no es lo que parece. Sobre los verdes imponentes del  campo en primavera, sobre el caserío blanco en el que reconozco el perfil claro de tu casa, están esas nubes grises que recrean otro tiempo distinto en la montaña, que amenazan con nublar también nuestras conciencias, que son presagios de otros días que vendrán. Y son esas nubes encajadas en el perfil tosco de los montes las que me llevan allí cuando estoy lejos.


Yo  también te seguiría, como tu fiel Sora, a través de valles y montañas. Contemplaría contigo la luna, que es más hermosa sobre el monte Obabute. Recorrería senderos, que hoy no existen, hasta  aquel templo que guarda la espesura. Y me sentaría a beber el sake de la hospitalidad en la cabaña aislada que construiste,  junto al río Sumida, para huir del mundo. Como tú, cerraría la puerta a todo, menos a la lluvia insidiosa que se cuela por el tejado,  y me dejaría arrastrar por el viento, como hacen las nubes.


Nubes, neblina.
Innumerables cambios
a cada instante.

(Matsuo Bashō, versión de Jesús Aguado)

miércoles, 4 de enero de 2012

Contemplación de la Impureza


Lo sorprendente de todo esto es lo que tardamos en definir nuestros afectos. Ese intervalo inquietante en el que la alegría desbordante por la nueva experiencia se transforma en desvelo y desemboca en el rechazo explícito al sabor amargo que nos queda tras impregnarnos del olor penetrante con el que la naturaleza llama a la vida y que para nosotros es igual al de la muerte.

  
No es suficiente todo este sake, ni consuelo alguno hundir la cabeza en la tela perfumada que un día cubrió su delicada belleza. Contempla bajo la luna clara del otoño el cuerpo descompuesto de la que un día fuera joven y hermosa como ella e intenta convencerse de que el amor, de que la pasión que lo atormenta, no es más que eso: impermanencia, podredumbre, un cuenco de gachas convertido en nido de gusanos blancos en mitad de la noche. Y ese canto impertinente de los grillos.


Licor de murta
que mueves los afectos.
Canta el jilguero.