martes, 18 de marzo de 2014

Sonidos


La música  acompasa el vuelo de los pájaros, el lento deambular de aquellas nubes, la aurora empolvada por la bruma, el monótono rumor del agua que riega el campo verde. En este instante, todo es uno, nada desentona. Tú también lates al unísono. Sientes como se alejan tus temores. Flotan en el aire, se diluyen tus pensamientos. Todas las cosas son por primera vez. Todo pasa lento: el amarillo de las flores que salpican la cuneta, el trigo recién nacido, los arrogantes eucaliptos.


Viento. En tu interior se esconde el lamento brillante del bambú. El bosque se envenena con el canto áspero del sakuhachi.


Temblor. Con tu canción acompasada renace lo que no tiene vida. Las flores del pasado crecen en el fondo de un turbio remanso al son de la biwa.


Latido. El eco de la renuncia enciende la tarde. El tañer de la campana nos devuelve a lo que fuimos cuando aún no éramos nada.


Murmullo. No hay pecado más dulce que contemplarte a la luz de la luna.  Con las notas vibrantes del koto crece la marea.