Casi al final de la entrevista con este afamado y premiado escritor japonés, a propósito del desastre nuclear que amenaza su país, aparece esta frase escalofriante: “los muertos que nos miraban nos obligaban a respetar esos ideales”.
Y se derrumba ante mis ojos el espejismo de su occidentalizada corrección política, porque aunque quiera explicar el mundo con los parámetros moderados del que ha aprendido a vivir entre nosotros, él no es como nosotros, él siempre tendrá que rendir cuentas ante lo invisible.
“Están dando una lección al mundo”, dices, mientras aseguras compartir mis sentimientos, ahora que por fin los conoces. Pero no los conoces, y yo muy poco. Sólo vislumbras la tristeza contenida tras el rostro sereno de la mujer que espera oír al otro lado del teléfono la voz de la persona amada. Y llamas autocontrol a lo que ella llamaría decencia.