Esperemos entonces a que se derrita la nieve, a que el sol
del otoño que se cuela por el hueco del patio caliente lentamente esta
blancura que todo lo contiene. ¿No escuchas como yo el crujir de la escarcha? ¿No
adivinas ya a través de esas grietas el agua que fluye, los verdes del campo, el gris de la sierra? Es este silencio
que todo lo contiene el bullir de la vida y tu mano maestra la huella delicada de la emoción sincera.
Y no esperes ver lo que se puede sentir. No esperes
encontrar lo que no andas buscando. No ilumines las sombras con la verdad
desnuda. Porque la verdad es esa nada blanquísima, telón del mundo al que te
asomas en la soledad callada de tus pensamientos. Y no tiembla la mano, sino la voz que te
invita a desandar el camino.
Nieve de otoño
que tu mano derrite.
Sol de la tarde.
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