Negra sombra del que espera. Bajo tu fronda inquieta se
detiene el tiempo, bajo tu verde intenso ha quedado varada la memoria. Sin tu
presencia, no hay noche cerrada. Y sin tu rumor de ascuas encendidas, no existe
el verano. Pino solitario, rumor de olas, añoranza y rendición. Si alguna vez
hubo algo sagrado, salió de la sencilla insolencia de tu tronco, de tu oscuro
corazón que palpita con el recuerdo. Todavía.
El que plantaste con tu mano temblorosa ya ha crecido. Y
como tú, espera el momento de mostrar su vibrante corazón adormecido en los
sonidos apagados de la tarde. De sus ramas inquietas brotan nuevos deseos que
el viento se lleva a un lugar desconocido en el que siempre es otoño. Y aunque
cae la lluvia, no desespera. Inquieto en su quietud, detiene el tiempo,
amortigua la esperanza, aguarda.
Tras la niebla estás tú. Alargas tu mano temblorosa y ruge
el viento del recuerdo. Palpitan las ramas de la desolación. Y en el verde
apagado de la noche, tiembla tu corazón con el viejo perfume del invierno. Sí,
puede que no haya más que sombra bajo tu copa alta. Puede que el tiempo haya borrado las huellas en la arena.
Puede que no haya más que silencio. Pero tú aún oyes temblar la voz de la
escarcha, el aliento tibio que derrite el olvido.
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