Y esa extraña sensación de que nos falta algo o más bien de que faltamos nosotros, que casi no estamos dentro de lo que de verdad importa, acuciados por la prisa de ir hacia adelante. Sin detenernos, dejamos que el amanecer se escape, una mañana más, por el espejo retrovisor.
Ropa blanca sobre la nieve, que al sol se vuelve roja. Tras la puerta cerrada de un albergue de montaña el amor se vuelve cruel con cada beso de despedida.
En estos días estoy leyendo "Lo bello y lo triste" de Kawabata. Ya te contaré. De momento (llevo unas 15 páginas) me está gustando. Un beso.
ResponderEliminarYa me cuentas, sí. Un beso, Antonio.
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