jueves, 29 de septiembre de 2011

Bunraku

Esa extraña sensación de que el mundo que corre y gira imparable se detiene bruscamente y se hace el silencio, al menos para ti que miras a tu alrededor sin comprender nada.


Un hombre reflexiona sobre el momento propicio para dar el difícil paso de abandonar a su mujer para siempre mientras contempla el inquietante dramatismo de las marionetas del bunraku. A su lado, su suegro alarga la mano para que su concubina le llene la copa de sake. Una imagen congelada en el tiempo, porque ellos son también muñecos de madera sostenidos por la mano bien visible de las convenciones sociales.


Pero como ignorar el deseo imperioso de ser libre, de no amar, de no sentir, de no oír más que el canto sordo del corazón propio hasta caer de bruces sobre el suelo, y levantarse de nuevo, y seguir adelante. ¿Pero hacia dónde?

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