jueves, 24 de noviembre de 2011

Ausencia

                   Aguada de Manuel Morgado


¿Porque no ves el sol, ni el verde brillante de la sierra, dirías que no existen? Están las sombras y el negro apagado, que es el verde de la tarde. Precisamente porque no están, existen. Porque es la ausencia lo que da razón de ser a las pocas cosas que de verdad nos importan en el mundo. Y para qué manchar ese conjunto inquietante de grises con la violencia de los colores vivos, si también es vida esta claridad oscura que tanto nos conmueve.


 
Este camino

Que ni un solo hombre anda.

Tarde de otoño.

Matsuo Bashoo traducido por Carlos Rubio


domingo, 20 de noviembre de 2011

Makoto

Algunos amigos me preguntan por qué  no escribo en este blog más a menudo. Yo les agradezco siempre con una sonrisa su apremio porque, en realidad, la razón de mis espaciados comentarios es tan sencilla como difícil de explicar: porque no puedo. Y no me refiero a la falta de tiempo o de ganas, sino que, sencillamente, carezco de capacidad para el artificio: sólo puedo escribir cuando no puedo dejar de hacerlo. Hay quien dirá que todo es intentarlo, pero yo no quiero intentarlo.

También esta carencia mía explica en cierta medida mi devoción por la literatura japonesa, en especial por la literatura clásica de este país, en la que es esencial el concepto de Makoto, que no es otra cosa que la sinceridad del sentimiento como fundamento mismo del arte literario y, por extensión, de todas las artes y acciones humanas.

Es Ki no Tsurayuki quien por primera vez formula esta y otras cuestiones fundamentales para la literatura del Japón en el famoso prólogo de su antología de poesía japonesa Kokinwakashu. Para Tsurayuki, y cito de memoria, la poesía “nace en el corazón de los hombre”. Luego está el estilo, por supuesto, y tantos maestros japoneses que pueden darnos lecciones de esto. Pero ante todo, y por encima de todo, está la verdad, y no la Verdad con mayúsculas, sino la verdad de uno mismo, que puede ser la de uno sólo o la de todos.  

jueves, 17 de noviembre de 2011

Brocado


El paso del tiempo queda definitivamente demolido con el roce de tu mano y nuestras risas abren la puerta tras la que brilla el rescoldo del cariño que siempre nos ha unido. Y que sincero placer tenerte a mi lado, compartir contigo confidencias, preguntarte por los tuyos…y observar, de soslayo, tu imponente belleza que los años matizaron con destellos de cordura.


Encontrar en cada uno un trocito de mí. Jugar a predecir qué va a ocurrir luego, y que ocurra, igual que siempre, siempre diferente. Y es el frío el fuego del hogar que nos congrega. Y todos vamos saliendo, recortados de la niebla de los otros, para tomar cuerpo definido con los colores estridentes de la vida que ninguno vemos ya ante el espejo.


El bosque se ha teñido
de mil colores.
También nosotros.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nubes

Este cielo de postal, con esas nubes pintadas, tan altas, no es el cielo que tu pintas con la imaginación, sino ese otro azotado por la lluvia, tal vez con un fondo de palmeras y un refugio de palmas entre ellas donde esconderse a esperar que pase el vendaval y la claridad difusa del nuevo día dibuje un cielo de postal con nubes lejanas.



El tren sube lentamente hasta al refugio de montaña. Nubes suspendidas en el cielo: un pretexto para iniciar una conversación que deriva sin remisión hacia ellos mismos, hacia esos días lejanos en los que la felicidad, esa nota discordante, era mirarse lentamente y besarse en los labios sabiendo que todo estaba a punto de acabar.



Allá arriba, mientras charla acostado junto a ella, separados tan solo por la lluvia que cae insistentemente en su interior, el deseo es un abismo, un mar de algas, un cielo bajo de tormenta. Y ese dolor punzante de la renuncia.