El principio del fin del invierno en la zona en la que vivo lo marca el florecimiento de la retama marina. Sus olorosas y diminutas flores aparecen un día, como por arte de magia, para disuadirnos de la desesperanza en los rigores del invierno.
El retamar que atravieso dos veces al día está dividido por una transitada carretera, pero eso no impide que todos los años nos regale el maravilloso espectáculo de ver sus flores esparciéndose con el viento. Luego, muy cerca, hay otro salvaje y maravilloso. La experiencia de atravesarlo cuando está florecido es algo que no se olvida.
Añado un haiku
Tarde de invierno.
Florece la retama
como el deseo.