lunes, 30 de diciembre de 2013

Joya no Kane

Quizás sea tan sencillo como mirar al cielo. Despegar por un instante. Sentir la levedad de ese cormorán que cruza la bahía, que planea olvidado de su propio peso.  Adentrarse en  la gélida mañana que va despertando poco a poco tus sentidos. No mirar al suelo. Por un instante, no mirar al frente. Ser estela adornada de espuma. Ser aroma salino, rumor de algas. Ajena de ti, fuera de ti misma. Salir al encuentro de lo que eres. Desprovista, por un instante, de  la pesada carga que te ata a este mundo. Ser parte pequeña de lo que de verdad importa. Tus pensamientos, nubes que pasan.



Limpiar pulcramente la casa. Pagar las cuentas. Comprar regalos. Enviar saludos. De lo pasado, me quedo con sus risas. Con el roce de tu mano. Con el calor de tus palabras, brocado de nuestras tardes en penumbra. Con los amaneceres a tu lado. Con los abrazos imprevistos. Con la nostalgia. Con los besos aún no dados. Con su mano diciendo adiós. Y también, por qué no, con la tristeza. Con la conciencia de lo que nunca volverá y siempre estará conmigo.



Olvidar, con el sonido de la campana ciento ocho veces repetido, todo deseo. Adentrarte nueva en lo nuevo. Limpia para seguir el camino que,  una vez más, marcarán las estaciones. Miras la noche estrellada. Miras el cielo apagado por la bruma. El resplandor marchito de la aurora. El verde ceniciento del atardecer. Lo que vendrá no será desconocido, únicamente algo distinto: la ternura, la soledad, el desvelo, la pasión, la amargura, el amor, los amigos…tus lecturas. La misma luna. Y tú dispuesta a contemplarla.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Azaleas entre rocas

Si en esta vida no te encuentro, será en la próxima. Si sufro por ti, ¿qué pecado habré cometido? Si tu amable sonrisa recompone el pesar profundo de tu ausencia, será porque ya estuvimos juntos en otro mundo igual a éste. No tiembla  el corazón ante la muerte, pero se sobrecoge con tu mirada. No es el eco de tu voz lo que me ahoga, sino la conciencia clarísima de que no la oiré para siempre.



Porque sabes que el tiempo de vuestro amor es limitado. Porque cortará su hermoso pelo para siempre. Porque su voz no volverá a quebrarse al pronunciar tu nombre. Porque todo es pasajero y todo vuelve. Porque la vida no importa y todo es nada. Y amarlo es la única verdad. Abrazarlo, tu única dicha. Encontrar la muerte, el único consuelo si no te espera.



El honor de amarlo. La luz de tenerlo. La emoción de abrazarlo. El miedo a perderlo.  Amar su cuerpo, igual al tuyo. Perecer con su mirada. Escribir largas cartas de amor que él no corresponde.  Levantas tu espada para cortar el aire que lo separa de tu mundo. Y no temes a la muerte, sino al amanecer.  Flor entre rocas.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Sombras

Quizás sea el convencimiento estricto de que nada cambia lo que te impulsa a seguir adelante. Esa inercia implícita en lo que muda y a la vez permanece inalterable. Como las estaciones, los sentimientos conforman un círculo ceñido por las convenciones sociales. Pero dentro, muy dentro de ti, nada está quieto, el corazón reverbera con la luz brillante de este otoño incierto. Esa misma luz que enciende los álamos de oro a la orilla del río seco, que vuelve rojos los frutos del espino, que hace brillar la piedra pulida por los pasos.


Encontrar en la sonrisa del otro una razón para la esperanza. El murmullo pulido de las voces que a lo lejos anuncian el previsible desenlace. La quietud del que sabe que no está hecho para un mundo en el que todo está decidido de antemano. No, no es pesar sino cansancio. No es la pena el hilo sutil que ensarta los días, sino el recuerdo de esa piedra en mitad del camino. Abrazar su frío enigma para sentirse vivo. Penetrar en su corazón duro para contagiarse del calor que en su centro albergó un día. No dar nada por perdido y darlo por perdido todo.


Cada palabra esconde una verdad a medias. Nada es lo que parece. Ni siquiera el espejo te devuelve la imagen, el gesto conocido, del que fuiste un día. Los fantasmas del pasado aún están vivos. Has subido a la montaña para encontrarte con ellos. ¿No es esa sombra huidiza el perfil clarísimo de la que amaste un día? ¿No es su perfume el eco del tiempo que aún está por venir? Sentado en la penumbra de la mañana incierta, no hay nada más cierto que el ruido de pasos que se alejan. Tu corazón, un puñado de cenizas. Su aliento, fuego apagado que aún quema.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Matsu

Negra sombra del que espera. Bajo tu fronda inquieta se detiene el tiempo, bajo tu verde intenso ha quedado varada la memoria. Sin tu presencia, no hay noche cerrada. Y sin tu rumor de ascuas encendidas, no existe el verano. Pino solitario, rumor de olas, añoranza y rendición. Si alguna vez hubo algo sagrado, salió de la sencilla insolencia de tu tronco, de tu oscuro corazón que palpita con el recuerdo. Todavía.


El que plantaste con tu mano temblorosa ya ha crecido. Y como tú, espera el momento de mostrar su vibrante corazón adormecido en los sonidos apagados de la tarde. De sus ramas inquietas brotan nuevos deseos que el viento se lleva a un lugar desconocido en el que siempre es otoño. Y aunque cae la lluvia, no desespera. Inquieto en su quietud, detiene el tiempo, amortigua la esperanza, aguarda.


Tras la niebla estás tú. Alargas tu mano temblorosa y ruge el viento del recuerdo. Palpitan las ramas de la desolación. Y en el verde apagado de la noche, tiembla tu corazón con el viejo perfume del invierno. Sí, puede que no haya más que sombra bajo tu copa alta. Puede que el  tiempo haya borrado las huellas en la arena. Puede que no haya más que silencio. Pero tú aún oyes temblar la voz de la escarcha, el aliento tibio que derrite el olvido.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Aniversario

Al principio, el desasosiego. Cómo compartir la crudeza de tus metáforas precisas. La hiriente claridad de tu palabra, el dardo envenenado de tu sinceridad. Luego la sorpresa. La confusión. El miedo a entenderte. El dulce veneno penetrando en la conciencia. Y, finalmente, quedar para siempre atrapada por un primer beso en mitad de la nieve. Por esa forma tuya de aniquilar el tiempo, de dotar al mundo de aristas coloreadas, de vestirlo con el brocado exquisito de la desesperación. Desde entonces, formas parte de la cadena que me ata a la vida. A veces  detesto tu frío. Otras me abraso en tu calor. Y siempre siento.


En el último instante, ¿qué pensarías? ¿Te bastó, para dejar este mundo,  la certeza de que nada cambiaría? ¿O eras tú el que temía cambiar? ¿No estabas, acaso, cambiándolo todo al hundir el cuchillo en tu vientre? Y ese gesto teatral del  final que se escapó a tus predicciones. La torpeza, el temor  -el amor, tal vez-  que impidió a tu asistente cumplir su cometido con la brevedad y la certeza exigidas. La imagen de tu cabeza en el suelo.  


Y en el momento de la despedida, dejarlo todo en orden. El manuscrito entregado, el mensaje a la esposa, el poema ritual… Los periódicos de la época recogen el “incidente”. El otoño arrastra una vez más tus pasos hacia ese otro lado en el que permanecerás eternamente. El viento de los dioses antiguos, apenas un rumor de voces en la niebla.

martes, 19 de noviembre de 2013

Tres haikus (III)



Con el Levante,
de mañana temprano,
vi tu sonrisa.

***
No escucha el viento,
ni tu risa de río.
Sol del verano.

***
Pasan los años.
Y crece la marea
de nuestro afecto.

martes, 12 de noviembre de 2013

Silabario


Me sorprendo hablando contigo, que no estás ahí para contestarme, pero escuchas atento mis palabras, mi borrosa impresión del mundo hecha discurso coherente, apuntalado por los sentimientos que ahora me desbordan. Sí, hablar contigo y que me escuches. Para qué esperar respuestas que giran en el aire y recomponen una nueva melodía que llega a mis oídos con matices distintos a los que salieron de tu boca. Prefiero este mudo monólogo en el que tú únicamente me miras. Y yo sonrío, adivino que me entiendes, imagino que te importo…Oigo tu respiración, que es el más hermoso silabario, aunque no estás. Y me consuela.


Pero no es eso. La calidez que siento es la del  fuego y no la de tu mano. No hay brocado este otoño en el río seco, en la fuente seca,  en el campo agostado. Llueve dentro de mí, pero no reverdece. A lo lejos, la blancura incandescente de aquella cima no es aún nieve, sino caliza dura. Un espejismo que confunde los afectos. Como todo. Como ahora. Como siempre.


Adormece el sonido repetido de esta oración que es la última. Mirar al este y al oeste. Despedirse del mundo. Pero sólo de este mundo, que es sólo uno de los mundos posibles.  Porque siempre habrá un palacio en el fondo del mar, una choza oculta en la montaña, una pequeña cabaña junto al río. Una senda oculta en la maleza que te lleve a contemplar de nuevo el más hermoso claro de luna.

jueves, 10 de octubre de 2013

Consuelo

No es más que la certidumbre impuesta por la realidad que arde ahora en tu pecho. El reverso de una hoja escarlata, amarillo ceniciento, que vuela con la primera ráfaga de este otoño indeciso. Andar el camino. Y en cada recodo, la luz cegadora de una conjetura, el brillo inquietante de la verdad que duerme. Qué lacerada herida curará el tiempo que nos viene. Qué oscura pesadumbre abrigará de nuevo las horas que nos quedan. Miras en el fondo de un estanque sin fondo. Rueda el recuerdo en el fondo del vaso. Y ya no dudas.



Para que no te olvides de la verdad huidiza, del desamparo, nacen flores sin nombre.


Sí, allá en el fondo sigue habiendo un camino, que no se llama esperanza ni deseo, que quizás lleve sólo a otro camino. El bosque de bambú esconde sombras con nombres. Vienen bajando al son de los tambores. Y de nada sirve obviar el desenlace. Sabes que la verdad impondrá con un grito estridente lo que no quieres oír. Y lo perdido -las personas que una vez quisiste sin decir te quiero-  desaparecerá para siempre. Y quedarás tú: semilla del consuelo.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Tres haikus (II)





No es el mar bravo.
Sólo tus pensamientos
a la deriva.

***

En la madera
sobrevive el invierno,
como en tu pecho.

***

Juego sagrado.
En disputa dos cuerpos.
Mar en invierno.

martes, 3 de septiembre de 2013

Lo bello y lo triste

El eco de los pasos. El sonido de las voces que hablan en un idioma que no comprendes. El rumor del mar cercano batiéndose contra la muralla antigua que rodea la ciudad. La luz moribunda que se apaga mientras se encienden esas otras luces que convierten la tarde en una barraca de feria donde todas las caras te son familiarmente desconocidas.

La cuerda invisible que te une a la nada, pero que está anclada en esa nada con la misma fortaleza que si estuviese asida a la roca más dura, se tensa de nuevo. Y una pena reciente, que no es más que el recuerdo vívido de otras penas antiguas, aparece de nuevo. Sorbes tu bebida caliente y dulce mientras pasa la vida. Y tú la ves pasar.  Y sientes.


Para cerrar el círculo. Para que nada cambie. La belleza renueva sus votos en antiguos rencores. Y el eco del pasado se acompasa con el rumor del mar que brilla de nuevo en sus ojos con el último fulgor  de la tarde. Cada palabra es un enigma, cada gesto una llave. El recuentro, una saeta punzante. El dolor de estar vivo.

lunes, 15 de julio de 2013

Tres haikus






Cae la tarde.
Canta el pájaro fuera
y vuela dentro.

***

Entre tus manos
se derrite la nieve.
 Agua en las mías.

***

En la penumbra
se confunden los cuerpos.
Todo está claro.


miércoles, 10 de julio de 2013

A modo de Sei Shōnagon (II)

Cosas tristes:






Confundir invierno con verano,  calor con fiebre,  ilusión con despedida.

**
Recorrer una calle y no ver a quien esperas al fondo.

**
Recordar sus risas en mitad del silencio.

**
Los deseos que por fin se hacen realidad. Y saber que en ese justo momento han desaparecido para siempre.

**
Echar de menos lo que no se quiere.

**

Oír la lluvia que cae dentro.

jueves, 20 de junio de 2013

Niebla

Veros salir de la niebla con vuestras caras de entonces. Taciturnos, abatidos por el peso del  tiempo que aún no habéis vivido.  Y algunos todavía conservan jirones de esa niebla sobre la piel desnuda. No puedo hablaros porque no me conocéis, aunque algunos estéis a punto de entrar para siempre en mi vida.

Despertar, no con la luz clarísima de la mañana, sino bajo el frío de esta niebla que pesa en el corazón y no nos deja ver más allá de la orilla donde se mecen algas oscuras. Aún quiero penetrar en ese mar ceniciento. Adivino algún barco en la espesura. Sobre el mástil oscuro canta un pájaro. ¿Es el mismo que en las noches de verano acompaña tu risa? ¿O es aquel otro que persiste con su queja intermitente en anunciar el día? ¿Por qué ya no lo oigo?


También allí llueve. El agua fija el calor sobre tu piel. Y, una vez más, te debates entre escuchar esa voz interior que te invita a frecuentar viejos caminos hoy ocultos por la niebla o seguir impasible el paso de los días. Te resistes lo mínimo. El dolor es una  luz intensa que despeja tus dudas y su cuerpo desnudo la insoslayable respuesta donde apagar la culpa. 

domingo, 3 de marzo de 2013

Todas las vidas


El lugar de la nostalgia no tiene vistas al mar. Es una sima insondable, un laberinto de casas encaladas, una ventana abierta, un olor que te atraviesa y te devuelve a lugares en los que no estuviste más que un instante en el cómputo global de tu historia, pero que son eslabones de una pesada cadena colgada a tu cuello. Y qué doloroso este sol entre nubes que la hace brillar a ratos.

Pero cómo salir del laberinto siendo uno mismo. O mejor dicho, cómo ser uno mismo sin sentir miedo de descubrir quién eres.  Algo tan sencillo como pasar desapercibido en un mundo extraño, ser alguien más, otra persona que deambula contra el tiempo que nos arrastra, y volver la cara cuantas veces haga falta para no  olvidar tu sombra a la vuelta de cualquier esquina.

Dioses extraños esculpidos en la roca. El olor de la muerte purificando la vida. Buscas, y encuentras rencores de otros tiempos lavados por las aguas turbias de la nostalgia. Cómo olvidar las marcar en la piel ajena.  Cómo no caer de rodillas ante el dios de los otros. Cómo hacer oídos sordos ante el estruendo del corazón que palpita de nuevo.


lunes, 4 de febrero de 2013

Anticipo de primavera


Flores blancas: la pálida candidez de las del almendro, la diminuta pureza de las de la retama, el rosa apagado que anticipan los botones del cerezo.  La flor de nieve que cruje bajo el sol que no calienta  nos trae recuerdos del calor por venir, ese que derretirá el blanco para ser amarillo, azul, morado…Aliento de primavera,  porque nada se para, salvo nosotros.


Cae la nieve
y el corazón palpita.
Flor de retama.


 Flor del almendro.
Tu blancura de nieve
derrite el  tiempo.


Aliento tibio.
Bajo nieve que cruje,
flor de cerezo.




martes, 1 de enero de 2013

Año nuevo


Como estos copos,
los primeros que caen
del Año Nuevo,
ojalá se acumulen
miles de cosas buenas.

Otomo no Yakamochi. Traducción de Carlos Rubio.
Óleo de José Antonio Martel.