jueves, 29 de septiembre de 2011

Bunraku

Esa extraña sensación de que el mundo que corre y gira imparable se detiene bruscamente y se hace el silencio, al menos para ti que miras a tu alrededor sin comprender nada.


Un hombre reflexiona sobre el momento propicio para dar el difícil paso de abandonar a su mujer para siempre mientras contempla el inquietante dramatismo de las marionetas del bunraku. A su lado, su suegro alarga la mano para que su concubina le llene la copa de sake. Una imagen congelada en el tiempo, porque ellos son también muñecos de madera sostenidos por la mano bien visible de las convenciones sociales.


Pero como ignorar el deseo imperioso de ser libre, de no amar, de no sentir, de no oír más que el canto sordo del corazón propio hasta caer de bruces sobre el suelo, y levantarse de nuevo, y seguir adelante. ¿Pero hacia dónde?

jueves, 22 de septiembre de 2011

Notas de Lecturas 1

Durante la era Meiji, muchos fueros los intelectuales japoneses que salieron al extranjero para aprender de primera mano la sabiduría de occidente. Algunos escritores ilustres formaron también parte de esta decidida expedición que tenía como trascendental misión cambiar el rumbo de un país que había vivido ensimismado durante siglos. Entre estos hombres, conscientes de que en sus manos se dejaba una gran parte de la responsabilidad que suponía dar un giro a la historia de Japón, había algunos jóvenes escritores. Entre ellos Ogai Mori, que residió durante un tiempo en Francia.


Fruto de sus andanzas parisinas, el relato La bailarina, recientemente publicado por la editorial Impedimenta, recoge la experiencia de este autor en un mundo extraño recreado con las nuevas armas literarias adquiridas gracias al contacto con la literatura occidental, por ejemplo el empleo de la primera persona para relatar las experiencia vividas, que no era propio de su nativa literatura japonesa.

Las calles de París se convierten en un escenario singularmente descrito por un mundano joven japonés que finalmente ha de rendirse al peso de las convenciones sociales de una sociedad, la suya, a la que tiene que rendir cuentas aunque esté a muchos kilómetros de distancia.

En La bailarina, Ogai Moiri describe una relación amorosa inverosímil, pero llena de encanto y pasión, a través de una prosa sencilla y directa que deja aflorar el perfume del rosal de sus sentimientos sin privarnos de pincharnos con sus afiladas espinas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Lecturas de verano


Regalos: Nieve pura para curar las heridas, perversos caprichos para negar el amor, la aventura parisina de un joven japonés...Estar muy lejos sin moverse de casa.



Otras lecturas al hilo de éstas. Qué sorprendentemente familiares me resultan ciertos paisajes en los que nunca he estado, pero en lo que sí he vivido.


Y la certeza absoluta de que si alguna vez viajo allí no estaré lejos, sino dentro de mí.