jueves, 9 de octubre de 2014

Momiji


Cruje la tarde. Tus pasos perezosos han despertado la quietud del bosque. Gotas de sangre, carmín encendido. La luz se pierde en la fronda silenciosa. Las hojas caídas, mar del otoño, cubren de nuevo la vida que duerme. Cómo ignorar este cielo de estrellas apagadas. Cómo sembrar la despedida sin perder la conciencia de un nuevo camino al que dirigir los pasos. Todo ha ocurrido de repente. El viento helado. La flor marchita. El silencio.



Compartir un puñado de palabras, y luego otro. Esperarte de pie, al filo de la acera. Contestar a tus preguntas, discutir sobre nada. Tu mano y la mía unidas sobre el mármol helado del velador. La última vez. Tus ojos brillando aquella mañana en la que yo llevaba prisa. La voz conocida al otro lado del teléfono. El hombre que toca el acordeón en la estación de metro. Las hojas amarillas que hace volar el viento. Tu risa hace temblar los recuerdos.


Cerremos los ojos para vernos. El cielo se ha cubierto de nubes escarlatas. El fuego que arde dentro ha despertado canciones olvidadas. Quiero oírte de nuevo, que tu voz tiña de rojo el sigilo de la tarde. ¿No escuchas como yo nuestras pasos de entonces en el eco lejano del pasillo? El rumor del mar. Las hojas muertas. La luna impaciente. Contemplemos juntos la desolación del otoño que vuelve. La belleza precisa de un mundo que se acaba.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Tres haikus (VII)





Aquellas siestas
acunando tu cuerpo
bajo las ramas.

***

Ruge el otoño.
Y palpita en mi pecho.
Tiembla en las hojas.

***

Viejas postales.
En el árbol desnudo
veo la nieve.

jueves, 21 de agosto de 2014

Tres haikus (VI)



Tiemblan las hojas.
Luces de la mañana
sobre los coches.

***

Para encontrarte
no hizo falta otra vida,
sólo la tarde.

***

Hacía frío.
Y en las calles mojadas
amanecía.

lunes, 5 de mayo de 2014

Tres haikus (V)





Entre las nubes
aparecen de nuevo
días felices.

***

La primavera
nos regala colores
de antiguas flores.

***

Viejos fantasmas.
Y en el fondo del vaso
brillan tus ojos.

domingo, 20 de abril de 2014

Pasado

Los días grises. Aún queda nieve en las altas cumbres de la memoria. Esa sosegada impaciencia que nos devuelve a los días de juventud en los que el miedo era un temblor ante lo desconocido, una imagen borrosa en el espejo, un latido intermitente, una canción de despedida. Y ahí estamos, silenciosos ante el paisaje y sus desvelos, asidos a los nidos de los pájaros que se apresuran a recomponer un instante de su historia que el azar ha querido hacer coincidir con la nuestra.

                                      ***

El aire perfumado arrastra palabras antiguas, hace volar viejas cartas que nunca llegaron a su destino, arrumbadas en el cajón polvoriento de lo que nunca dijimos. Cómo encontrar razones suficientes para compartir el momento preciso en el que podemos ser nosotros. Te conformas con reconocer los pasos que resuenan en las calles empedradas, la sombra que asoma por el arco cincelado que da acceso al puente. Tú estás en medio, expuesto el rostro al aire frío de la tarde.

***

Cómo compartir lo que aún no has admitido. Esa pesadumbre incierta de la infancia. La relación ambigua que los recuerdos adormecidos niegan. El tiempo no es pasado sino presente eterno que incomoda, lacerado intervalo de emociones antiguas que se repiten. Entre tus libros, en tu cuarto a solas, intentas sobrellevar la derrota. Odias lo que no entiendes, detestas lo que comprendes. No es fácil ser un pájaro sujeto al vaivén caprichoso del viento. Con las alas abiertas admites tu destino, fijas tu mirada en un punto del pasado y comprendes que nada ha cambiado, que sigues siendo un niño que espera silencioso a que una voz conocida lo llame por su nombre.

martes, 18 de marzo de 2014

Sonidos


La música  acompasa el vuelo de los pájaros, el lento deambular de aquellas nubes, la aurora empolvada por la bruma, el monótono rumor del agua que riega el campo verde. En este instante, todo es uno, nada desentona. Tú también lates al unísono. Sientes como se alejan tus temores. Flotan en el aire, se diluyen tus pensamientos. Todas las cosas son por primera vez. Todo pasa lento: el amarillo de las flores que salpican la cuneta, el trigo recién nacido, los arrogantes eucaliptos.


Viento. En tu interior se esconde el lamento brillante del bambú. El bosque se envenena con el canto áspero del sakuhachi.


Temblor. Con tu canción acompasada renace lo que no tiene vida. Las flores del pasado crecen en el fondo de un turbio remanso al son de la biwa.


Latido. El eco de la renuncia enciende la tarde. El tañer de la campana nos devuelve a lo que fuimos cuando aún no éramos nada.


Murmullo. No hay pecado más dulce que contemplarte a la luz de la luna.  Con las notas vibrantes del koto crece la marea.

domingo, 23 de febrero de 2014

Centro

Para luchar contigo. Para encontrar el centro. Para salvar distancias entre tus pensamientos, la niebla ha levantado su mano temblorosa, ha posado su aliento frío. Lo desconocido, ese jirón de nubes en el horizonte, el sol entre las ramas. Tiemblan los pájaros en la espesura, tiembla la voz del viento entre los árboles, tiembla la gota en el filo de la hoja. El mundo se despereza, abre los ojos, lame la cicatriz del miedo. Y entre las espinas, brotes apretados de flores amarillas demoran el inicio de una nueva primavera.


Este camino mojado por la lluvia. Entre las rocas nos diluye. Nos abandona a la inclemencia de nuestro soliloquio. Somos peces en este abismo de verdes cenicientos. Nuestro reflejo se hunde en la quietud desnuda de los olmos. Entre las nubes aún deslumbra el trazo intenso de un mal pensamiento. Hemos recorrido el sendero para encontrarnos. Y aunque apenas nos miramos, concentrados en el canto turbio de los pájaros, esperamos pacientes a que levante la niebla.


Este viaje sin tiempo. Este querer encontrarte en lo único que dura, en lo único que cambia. No esperes ante el abismo incierto. Un solo paso en la espesura, después otro. La línea parda de la tierra que te lleva al pie de la ladera. Se pierde tu mirada entre las encinas, brilla con luz nueva en el verde vivo del algarrobo, se nubla en las espinas tiernas del tojo, se recrea en el rojo incendiado del majoleto. Estás dentro de ti. Aunque apenas dure un instante, lo has entendido.

viernes, 31 de enero de 2014

Tres haikus (IV)




Sueño contigo.
En qué camino oscuro
Te habré perdido.

***
Sin tus palabras,
¿cuánto dura el invierno?
Arrecia el frío.

***
Lo que nos queda.
Un  puñado de arena
que el sol calienta.

martes, 28 de enero de 2014

Promesa

Aliento frío. Bajo la escarcha, la ausencia se convierte en el palpitante atributo de la vida. Impasible, el tiempo se detiene un instante en la escueta pureza de la retama. El blanco que confunde los anhelos se ha transformado en promesa efímera, en inquieto manantial en el que brota la única verdad constatable. Todo fluye, ni el dolor ni la alegría consiguen detenernos. Anclados en nuestros pesares, no podemos renunciar a ser brotes de nuevo. Y al abrirnos al sol tibio de la nueva primavera, sentiremos el crujir de la escarcha en nuestros corazones, el palpitar antiguo de una nueva renuncia al largo invierno.


¿Y ese pájaro que canta bajo la lluvia, qué anuncia? Hoy no quieres escucharlo. Su promesa de vida desata tus anhelos. Ya no quieres desear. La esperanza es un árbol hueco. En su interior se seca el musgo de la desazón. Y ese pájaro, bajo la lluvia fina. Su canto, un jirón de nube.



Por qué no esgrimir de nuevo la pluma y que la tinta, manantial inquieto, fluya. Ahora que no es necesario guardar las apariencias, sentado bajo la lluvia fina de una nueva primavera que quizá sea la última para ti. Tus escritos te libran del desconcierto de seguir respirando, de la pesadumbre eterna, del dolor de tus manos deformes. Libre por fin porque nada esperas, tu corazón se adormece con nuevas historias, más tuyas que nunca porque ya nada importa.