jueves, 10 de junio de 2010

Un último intento

En el Japón antiguo, cuando una mujer de 40 años comprendía que ya “no podía importar al mundo” se cortaba la melena y se hacía monja.

Si alguno de sus amantes lo descubría y aún sentía nostalgia de ella, iba al santuario donde estaba recluida con la esperanza de hacerle llegar un último mensaje, para que reconsiderara su actitud, y le entregaba a la abadesa un poema dirigido a ella que podría ser éste de Sarumaru Daya recogido en el Kokinwakashu.

Honda montaña,
entre hojas carmesíes.
Cuando se oye
la voz del ciervo bramar,
el otoño es más triste.

4 comentarios:

  1. Normalmente, lo despedía con otro poema. Una decisión así es para toda una vida, aunque no renunciaba a encontralo en la siguiente...

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  3. Más oportuno no pudo ser, acaban de caer y no es que considere que no le importe al mundo, pero un tiempecito de reclusión, no se, igual me lo pienso.

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