Intento aprender de memoria el primer párrafo de este magnífico libro, que empiezo a releer por segunda vez. Y mientras lo hago, la lluvia laca en verde los campos y arrastra el tiempo de esta primavera bulliciosa haciendo realidad el sonido de la campana del templo de Gion...
Me dispongo a vivir una nueva experiencia que tal vez me depare algún hallazgo valioso. Temor y entusiasmo a partes iguales. Pero, ¿no es esa fórmula mágica la que me ha movido siempre?
Antes de dejar su casa para siempre, la dama Gio recoge minuciosamente su cuarto y se marcha llorando porque su bondad imprudente precipitó su destino, y eso siempre duele.
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