Por dinero, por rencor, por el honor público, por la riqueza, por el oro y, sobre todo, con engaños se mueven los personajes fantásticos de estas Mil y una noches que ahora leo en una preciosa edición de los años 40 a la que me unen sentimientos recién nacidos.
Me pregunto, autoexiliada de mi jardín zen, por qué no podrá elegir cada uno su propia tradición.
Imagino a Koizumi Yakumo nombrándose asimismo en alto para conjurar un pasado que quedaba definitivamente atrás con la elección de este nombre. Es tan difícil.
¿Y quién dice que uno no puede elegir su propia tradición? Este cuaderno es más bien un ejemplo de lo contrario.
ResponderEliminarEs verdad que su blog invita a autoexiliarse a otras culturas. Una vez hasta a punto estuve de autodarme en adopción a Cádiz.
ResponderEliminarQué buen ejercicio sería buscarle a usted un nombre japonés (que esté a la altura, por supuesto). ¿Pero tal vez posea ya uno?
No, no me atrevo a tanto, querida Elefancia, ya conoce mi natural recato.
ResponderEliminarAdemás, a diferencia de la rubia del expreso, a mí sólo me ha hecho falta un hombre para llamarme como me llamo: mi queridísimo padre.