lunes, 13 de agosto de 2012

Luna de agosto


Lo que estos hombres celebran no tiene nada que ver con lo que pasa. Lo que pasa no existe, lo que ocurre no importa. El tiempo diluirá sus anhelos y convertirá sus preocupaciones en hojas que hace volar el viento. Reunidos aquí, bajo el claro de luna que asoma tras la encina poderosa,  festejan la vida. Y son sus risas, y el eco del cristal que entrechocan para desearse salud, ofrendas perfectas para el astro brillante que ilumina esta noche de agosto. Y un regalo para mí compartirla con ellos.


Viejos fantasmas congregados alrededor de esta mesa. Qué sencilla felicidad  la de contemplar las inquietas buganvillas, los impasibles geranios, la olorosa albahaca, las misteriosas aspidistras…Reír contigo, como esa tarde de primavera en la que comíamos pastas recostadas en la hierba, en esos días de juventud sin miedo. Reír contigo, como cuando te explicaba los chistes hechos por otros en algún café del centro en el que nos habíamos reunido para despedir nuestra niñez… Ahora, bajo la luna de agosto, nos reencontramos. Y es la brisa que corre entre nosotros el frescor del tiempo que todavía compartimos.


En mitad del río, esta lengua de arena les sirve de inesperado mirador, privilegiada atalaya desde la que contemplar la luna más hermosa. Beber saque y compartir viejas historias de un tiempo en el que el dolor y la belleza eran una misma cosa.  ¿No sientes el frescor de las cañas? Ese olor de podredumbre que tanto se parece al de la vida.

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