miércoles, 4 de enero de 2012

Contemplación de la Impureza


Lo sorprendente de todo esto es lo que tardamos en definir nuestros afectos. Ese intervalo inquietante en el que la alegría desbordante por la nueva experiencia se transforma en desvelo y desemboca en el rechazo explícito al sabor amargo que nos queda tras impregnarnos del olor penetrante con el que la naturaleza llama a la vida y que para nosotros es igual al de la muerte.

  
No es suficiente todo este sake, ni consuelo alguno hundir la cabeza en la tela perfumada que un día cubrió su delicada belleza. Contempla bajo la luna clara del otoño el cuerpo descompuesto de la que un día fuera joven y hermosa como ella e intenta convencerse de que el amor, de que la pasión que lo atormenta, no es más que eso: impermanencia, podredumbre, un cuenco de gachas convertido en nido de gusanos blancos en mitad de la noche. Y ese canto impertinente de los grillos.


Licor de murta
que mueves los afectos.
Canta el jilguero.

2 comentarios:

  1. Preciso, la contemplación de la belleza impura. muy interesante.

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  2. La ascesis budista tiene caminos extremos. Saludos, Al norte de los nortes.

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