
El amanecer del último día. Con la esperanza de que será el último, el elegido. Tras intentar con todas tus fuerzas reconstruir un mundo que ya no existe y para que no sea de otra manera, al menos para ti. Y saber que la mano a la que pediste con una sonrisa en los labios ese último favor no tendrá fuerzas para luchar contigo hasta el final, porque ese final es el tuyo y aún no está preparado para vivir sin ti.
Fingir durante un largo tiempo que nada ha ocurrido, no ver a los leales compañeros, no hablar con nadie, no mostrar arrogancia, ni rencor, ni pena. Pacientes, porque no les mueve la venganza, sino la justicia. Y a ninguno le temblará la mano cuando el final esté cerca porque qué mejor destino que descansar juntos para siempre y merecer eternamente el incienso que tantas generaciones depositarán sobre la tierra amada que los acoge.
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