domingo, 20 de noviembre de 2011

Makoto

Algunos amigos me preguntan por qué  no escribo en este blog más a menudo. Yo les agradezco siempre con una sonrisa su apremio porque, en realidad, la razón de mis espaciados comentarios es tan sencilla como difícil de explicar: porque no puedo. Y no me refiero a la falta de tiempo o de ganas, sino que, sencillamente, carezco de capacidad para el artificio: sólo puedo escribir cuando no puedo dejar de hacerlo. Hay quien dirá que todo es intentarlo, pero yo no quiero intentarlo.

También esta carencia mía explica en cierta medida mi devoción por la literatura japonesa, en especial por la literatura clásica de este país, en la que es esencial el concepto de Makoto, que no es otra cosa que la sinceridad del sentimiento como fundamento mismo del arte literario y, por extensión, de todas las artes y acciones humanas.

Es Ki no Tsurayuki quien por primera vez formula esta y otras cuestiones fundamentales para la literatura del Japón en el famoso prólogo de su antología de poesía japonesa Kokinwakashu. Para Tsurayuki, y cito de memoria, la poesía “nace en el corazón de los hombre”. Luego está el estilo, por supuesto, y tantos maestros japoneses que pueden darnos lecciones de esto. Pero ante todo, y por encima de todo, está la verdad, y no la Verdad con mayúsculas, sino la verdad de uno mismo, que puede ser la de uno sólo o la de todos.  

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