
El río y su frescura: aquí, tan cerca, con los ojos bien abiertos, pegada a la tierra, disfrutando del verde, reencontrada en la frialdad del agua. Gracias a los medianos que me ayudaron a soportar la carga, ahora puedo sentarme con el ronin, y reír y beber sake en el recodo de esta senda.
En el silencio ensordecedor de la noche, el emperador niño espera impaciente que el joven ciego haga sonar los inquietantes acordes de su biwa: ese sonido hiriente que lo devuelve a la vida y le da una nueva oportunidad para lanzarse, abrazado a su abuela, a las frías agua de Dan-no-ura.