martes, 12 de enero de 2010

Nadar sin guardar la ropa


Siempre que nado pienso en Mishima. En concreto en su novela El pabellón de oro.
Con la cabeza sumergida en el agua comprendo claramente las razones del novicio Mizoguchi para destruir la intolerable belleza que lo paralizaba. De espaldas, con la vista puesta en el techo de madera de la piscina cubierta, no puedo evitar aborrecer que éste fuera su único motivo para la acción.

4 comentarios:

  1. Lo malo de acordarse de Mishima cuando se tiene la cabeza dentro del agua es que pueden entrarle a uno ganas de no sacarla. Digo yo.

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  2. Sí, es un riesgo que asumo. Saludos

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  3. Me recuerda a... Mire usté qué bonito: http://spainswords.com/kakemono66.html

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  4. Gracias. Es precioso, sí. Si se pudiera!

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