viernes, 17 de febrero de 2012

Lejos

Estas velas. Quizás sus débiles destellos nos obliguen a mirarnos por primera vez con atención. Congregados sobre ellas, alrededor de la pequeña mesa, damos por perdida la claridad difusa del día que se escapa, pero no nuestra alegría. Nuestras risas se superponen a la densa oscuridad que nos abriga más allá de este halo impaciente que nos protege desde dentro. Pero no es esto.


Y este armario no es chino. Ahora lo sé. En la penumbra ahogada de la habitación cerrada, el oro que perfila las figuras no lanza destellos apagados de velas en la noche, el rojo-negro no se vuelve remanso sosegado de aguas turbias, no consuela. Y de nada sirve jugar con la persiana para recrear la luz exacta. Esa luz no existe.


Quizás ese fondo marino reflejado en el espejo, esos azules que inventaste para contener el tiempo, el brillo de metal envejecido de los escasos trazos verdes difuminando el movimiento…Este Elogio de la sombra que me hace sentir muy lejos.

lunes, 6 de febrero de 2012

Dersu Uzala


La primera  vez la vimos, ¿lo recuerdas?, en un cine abarrotado de Gente como nosotros: jóvenes de provincia alentados por el mismo deseo de ser otros, de ser como esa Gente bohemia e intelectual que salía en ese libro que tanto nos gustaba y se parecía tanto a esa otra Gente  mayor de gesto compungido, y siempre vestida de oscuro, que frecuentaba los mismos bares que nosotros. Gente.

No nos enteramos de nada, y la culpa no fue únicamente de la extravagante traducción simultánea que hacía esa amiga nuestra desde un palco de platea. Éramos Gente pequeña y desorientada.

Después, tantos años el cartel en el pasillo de nuestra primera casa. Su mirada inquietante presidiendo nuestra especial manera de explicarnos el mundo, la riada de Gente extravagante y bulliciosa que nos frecuentaba, las primeras diferencias, los primeros reencuentros. No recuerdo cómo desapareció de nuestra vida. Quizás fue una pérdida demasiado importante para lamentarla. Éramos Gente que corre hacia la vida.

Y ahora que somos Gente que cuida de Gente, que somos igual que esa Gente que siempre quisimos ser y a la vez tan diferentes, él asoma su cara de Gente buena entre los árboles de la taiga y sentimos, al calor de esa hoguera que fluye entre nosotros, la misma emoción que el Capitán Arsèniev cuando lo vio por vez primera. Lo dejamos entrar, una vez más, en nuestras vidas y le pedimos que se quede para siempre, porque ahora entendemos su lenguaje clarísimo.